Uno de los problemas más comunes de las ciudades es la concepción de grandes proyectos urbanos que son ideados bajo políticas con intereses propios y que si bien responde a un entorno físico que necesita transformarse, casi no reconoce las verdaderas necesidades del ciudadano.
Desde hace ya un tiempo, el urbanismo actual ha venido explorando como estrategia de desarrollo, involucrar al ciudadano con la finalidad de lograr una construcción colectiva, sostenible y accesible a todos.
En las ciudades existen personas que no son consideradas de forma adecuada, generando así, ciudades que discriminan y restan capacidades a personas con capacidades distintas
Una alternativa de solución importante para este problema es incluir en el equipo a personas que puedan aportar con propuestas más accesibles y democráticas.
Por ejemplo, sabemos que los niños piensan diferente de un adulto, hay estudios que han arrojado que además de la sensibilidad que poseen, también son los actores más inclusivos; los resultados de tener a uno o más niños en un proyecto participativo son propuestas de espacios en donde la naturaleza es uno de los principales protagonistas, y lo más resaltante es que consideran la necesidad de todos: adultos, ancianos, discapacitados, animales y de ellos mismos por supuesto.
Si bien ya hay iniciativas y colectivos que los incluyen en proyectos de participación ciudadana, como la labor que hacen Urban 95, o Red Ocara, en diferentes ciudades del mundo, generalmente son parte del equipo para proyectos orientados a ellos mismos, pero ¿porque no incluirlos permanentemente como parte del equipo?
Tal vez la idea de tener a un niño en un equipo de diseñadores suena un poco raro, quizás considerar seriamente propuestas de estos suena algo ilógico. Pero hay ciertas cosas que deberíamos considerar primero para que esta idea empiece a tener sentido.
Un niño tiene una creatividad sin un límite, una sensibilización que le permite una conexión particular con la naturaleza y con su entorno, no percibe las cosas igual que un adulto, para ellos, una piedra, una hoja, un charco de agua representan opciones para que la imaginación fluya, el juego surja, y la exploración comience.
El adulto, sin embargo, siempre se dirige hacia algún lado, no se detiene a observar lo que pasa alrededor, tiene la mente usualmente ocupada con situaciones y problemas personales, cuando planteas un proyecto, pensara primero en costos, riesgos, tiempos, etc., todo esto, limita un poco la fluidez de las propuestas que un niño si posee, así sean ideas descabelladas o absurdas para uno, con el apoyo de planificadores y urbanistas, pueden llegar a ser propuestas realmente buenas y exitosas.
Entonces se plantea una idea concreta, si un barrio es adecuado para niños, ancianos, madres, jóvenes, etc., también tendera a fomentar la formación de comunidades fuertes que finalmente lograrán el desarrollo social y económico.
Fuentes: organizaciones: Urban95(fotos), growingupboulder, red ocara.
Fotos: info 1 e info 2: Dyana Ninahuanca (editadas)
Dyana Ninahuanca
Arquitecta
Apasionada por el urbanismo, con intereses por la investigación, el análisis crítico y el diseño participativo.