Por: Guillermo Ackermann Menacho
Desde tiempos antiguos las personas nos hemos organizado para lograr objetivos comunes específicos. A ese sistema de agrupamiento lo hemos llamado sociedad.
Estas expresiones de trabajo en común son muy frecuentes y visibles principalmente cuando existe algún desastre natural, una guerra o una gran epidemia. La sociedad civil se une para salir al encuentro de los que más lo necesitan. De aquel, que por sus propios medios, no tendría la posibilidad de levantarse frente a la desgracia.
Así surgen las sociedades de beneficencia, hace muchos siglos, como una expresión del lado más humano de las personas que ven en el otro a un semejante. Una ciudad que se organiza puede tenderle la mano al más vulnerable, sin necesidad de depender del gobernante de turno.
El término proviene del latin Beneficentia y una traducción más o menos exacta sería, “acción o práctica de hacer el bien”. Básicamente, hacer algún bien por el otro.
La Beneficencia de Lima
En el Perú esta historia se remonta formalmente a principios del siglo XIV, cuando se conformaron las primeras “hermandades de vecinos” para atender a los más desvalidos.
En el caso de la Beneficencia de Lima, los orígenes más remotos datan de 1819 cuando se establece la Real Junta de Beneficencias. Imaginémonos como era la Lima de entonces. Convulsionada, caótica, todos enfrentados, no se ponían de acuerdo, ni política, ni socialmente. Se venía un cambio. El país inexorablemente iba a renovar su modelo de gobierno después de casi 300 años. Era una situación semejante a una guerra civil, a un conflicto interno.
Y ahí en medio de esta vorágine estaban los pobres, pobres. Los que vemos o no vemos en el día a día. Los que mientras nosotros estamos preocupados en nuestros propios problemas y los de nuestro entorno, llegando el mediodía no tienen un trozo de pan para llevarse a la boca. O el niño que, de un momento a otro, pierde a sus padres y se quedaba a la deriva. También el anciano que no tiene donde dormir, y elige la banca de una plaza para pasar sus noches. Quizá el desvalido que no encuentra donde curarse una enfermedad, que, por cierto, ni siquiera ha sido diagnosticada. Poco más allá está el hombre que espera que alguien se haga cargo de su cuerpo y le dé una sepultura digna, dignidad que en vida perdió o nunca pudo obtener.
Esta realidad de hace siglos se repite una y otra vez. Con las características propias de cada tiempo, claro. Como si fuese un ‘remake’ de una película.
Finalmente en 1834 se funda la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima. Su encargo era asumir de manera organizada las principales obras sociales de la ciudad. Al no formar parte del presupuesto del estado, comienza a recibir propiedades inmuebles. La idea era sostener su labor solidaria mediante la generación de rentas.
El término vivir de sus rentas suele ser malentendido, incluso se le llega a percibir como una manera muy fácil de vivir. La realidad es que, no solo es un trabajo importante, sino que es un arte la correcta administración de los bienes de una manera eficiente que permita que siempre sea una generadora de ingresos.
Las primeras propiedades de las que se tenga memoria de la naciente Beneficencia estaban concentradas en lo que conocemos como el Centro Histórico de Lima. Se ubicaban en:
- El Damero de Pizarro
- El Cercado
- Los Barrios Altos
- Monserrate
- El Rímac
Así comenzaron a formar parte del importante patrimonio de la Beneficencia:
- El Real Hospital de San Andrés y el de Santa Ana: primeros de América Latina
- El Cementerio Presbítero Matías Maestro: camposanto civil más antiguo de América
- La Plaza de Toros de Acho: primera en el continente y desde donde se veía, en aquella época, toda la ciudad.
Ese era nuestro país, un país de avanzada y ejemplo de la región.

A lo largo de su historia la Beneficencia de Lima enfrentó momentos duros en la vida republicana de la nación. La post Independencia, la Guerra del Pacífico, los distintas depresiones económicas, el terremoto del 40, que devastó la capital, los estragos del demencial terrorismo que destruyó y enfrentó a nuestro país, ya en los ochentas del siglo pasado.
Y ahí siempre encontramos a la Beneficencia que a través de sus hospitales, albergues, comedores populares, orfanatos, asilos, e incluso cementerios, acogió, sanó, dio atención, habitación y alimentación, y cuando no hubo mucho que hacer permitió dar cristiana sepultura a los que partían. Acompañando al ciudadano más desprotegido desde el momento de su nacimiento hasta el fin de sus días.
Importante conocer que los 8 hospitales más importantes fueron construidos por la Beneficencia, con recursos privados. Hablamos del Dos de Mayo, del Hospital del Niño, de la Maternidad de Lima, del Herminio Valdizán, del Arzobispo Loayza.
Bueno saber también que el maravilloso Puericultorio Pérez Araníbar, una ciudad pensada para recuperar a los niños más desprotegidos, o que el centenario Víctor Larco Herrera fue el modelo de cuidado de salud mental más adelantado de la época, se levantaron con los aportes de ciudadanos de a pie.

Esa era la importancia de nuestra Beneficencia de Lima, modelo que, a menor escala, se replicó en más de 150 ciudades del país.
El peso que tuvieron en la sociedad las hizo respetables e imponentes. Lamentablemente también un botín muy preciado para las clases políticas.
Es así que en 1968, en un proceso irregular, el gobierno central, se apropió de las beneficencias que existían en el país, y de esa manera empezaron cinco décadas de oscuridad. Depredación del patrimonio. Reparto de las propiedades. Entrega de las mismas para fines diferentes a los que fueron donados. Tugurización, permisividad, populismo y como consecuencia… los pobres más pobres.
Las beneficencias redujeron su servicio a la mínima expresión. Desaparecieron 50 de ellas y casi la mitad de las sobrevivientes no tienen un solo programa social a su cargo. El paso del estado por ellas fue devastador. Se las pasaban de ministerio en ministerio. Nadie quería hacerse cargo, salvo que aún tuvieran propiedades atractivas.
Una luz al final del túnel: el presente y futuro de la beneficencia de Lima
El mes de setiembre de 2018 marca el inicio de una nueva era. Gracias al Decreto Legislativo 1411 promovido por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, reconociendo que las beneficencias nunca debieron haber pasado a manos del estado, se le restituye su naturaleza y derechos privados.
La Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana, hoy con 186 años, no solo es una de las instituciones más antiguas del país, sino como una entidad simbólica. Bajo el lema ‘Vivir para servir’ ha empezado un camino de recuperación sustentado en un Plan Maestro al 2034, apuntando al Bicentenario de su fundación.

Este plan estratégico está sustentado en 4 pilares:
- Social
- Cultural
- Comercial
- Institucional
Pilar social
Tiene como primer objetivo fortalecer y proyectar en el tiempo a los programas sociales existentes como:
- El Puericultorio Pérez Araníbar
- Tanto el Hogar Canevaro como el Hogar San Vicente de Paul
- Los Centros gerontológicos Sagrada Familia, Sagrado Corazón y María Castaño
- Los Comedores populares Santa Teresita y Santa Rosa
- El Colegio Sevilla
- El Hogar de la Madre
Cada uno de ellos está trabajando un plan a corto, mediano y largo plazo.
Una segunda meta de este pilar es la creación de nuevos programas sociales. Como por ejemplo la nueva Casa de Todos, que busca atender a una población vulnerable a la cual la beneficencia no atendía. Estamos diseñando también un concepto al que hemos denominado Centros Esperanza. Con él buscamos ampliar nuestra atención a más pobres.
Buscamos recuperar nuestra presencia en la sociedad y volvernos a convertir en el referente de la labor social de la ciudad. Promoviendo los voluntariados, creando marcas y campañas sociales que sensibilicen a la población para que cada vez más personas asuman un rol protagónico en la gestión de solidaridad.

Pilar Cultural
Cuenta con 3 grandes metas.
En primer lugar la recuperación patrimonial arquitectónica de nuestras propiedades. Con la aprobación del Plan Maestro de Recuperación del Centro Histórico de Lima, se han abierto las puertas para que, estructuradamente y con una normativa clara, se pueda iniciar este proceso, atrayendo inversionistas y poniendo en valor nuestro centro que es una de los más hermosos del continente. Recordemos que desde 1971 es Patrimonio Cultural de la Nación y reconocido por Unesco desde 1991 como Patrimonio Cultural de la Humanidad. La Beneficencia de Lima cuenta con más de 300 propiedades en el Centro, por lo que la tarea es titánica, pero muy retadora.
Un segundo objetivo propuesto es la implementación de espacios para promover la cultura y las artes. Esto ha empezado con la puesta en valor de la Sede Central, conocida como Casa de Divorciadas, que gracias a una importante recuperación patrimonial, desde setiembre de 2019 ya funciona como un Centro Cultural. La Beneficencia ya cuenta con dos museos. El Museo Cementerio Presbítero Maestro y el Museo de Artes taurinas en la Plaza de Acho. Próximamente se recuperará la Casa de las Trece Monedas, donde opera el Museo Nacional Afro Peruano.
Buscamos convertirnos en un referente también en la vida cultural de Lima, a través de la organización y planificación de eventos, exposiciones y actividades que nos incorporen en el circuito de la ciudad.

Pilar Comercial
Al ser instituciones autosostenibles se hace imperativa la profesionalización en la manera de procurar los recursos necesarios.
Estamos diseñando un modelo comercial de unidades de negocio. Nuestras propiedades han comenzado a manejarse de una manera profesional. Actualizando y digitalizando nuestro inventario. Haciendo una correcta valorización de las mismas. Regularizando los contratos. Saneando los predios. Y planeando proyectos estratégicos para los más importantes que les permita recuperarlos y darles el valor adecuado.
Este mismo modelo se está elaborando para los servicios funerarios, loterías, salud, educación y otras actividades. La rentabilidad prevista en este plan le asegura una viabilidad para las próximas décadas.

Pilar Institucional
Para poder llevar a cabo esto se necesita fortalecer la institución. Con una política de integridad y transparencia, se está implementando un modelo de gobierno corporativo. Con un planeamiento estratégico, reestructuración del organigrama, definición del manual de funciones y perfiles, revisión de los procesos, definición de metas a corto, mediano y largo plazo. Buscando convertir a la Beneficencia en una institución eficiente, moderna y modelo para la sociedad.
Solidaridad en tiempos de COVID19
Empezada la inmovilización social obligatoria la Beneficencia de Lima, en alianza con la Municipalidad Metropolitana de Lima, implementó en la histórica Plaza de Acho, en una semana, un refugio temporal para personas que vivían en condición de calle, al que se denominó ‘Casa de Todos’. Esto permitió que estas personas que viven en pobreza extrema, tengan donde pasar la cuarentena y así evitar que pudiesen contagiarse del virus y a su vez convertirse en un foco de expansión del mismo.

‘Casa de Todos’ se convirtió en el símbolo de la solidaridad, en la luz de esperanza de la pandemia. Esta buena noticia dio la vuelta al mundo y ha sido reconocida por la prensa internacional y por numerosas instituciones a lo largo del planeta.
Esta es una nueva demostración que la sociedad civil organizada, de la mano con instituciones públicas, si pueden sacar adelante iniciativas para el progreso del país. Con objetivos claros, planificación, mucho trabajo y sobretodo integridad.
Una ciudad que tiene anhelo de servir y que se hace cargo de sus ciudadanos.